Por: Marilyn Nieves
Pastora, IDD Emanuel
Uno de los momentos más importantes durante mi niñez en mi hogar era el tiempo de cenar todos juntos. Nos sentábamos todos, casi involuntariamente, a la mesa sin excepción alguna. Es obvio que como niño al fin, uno no logra entender la importancia de reunirse a la mesa para compartir los alimentos especialmente si tu programa de televisión favorito se está presentando o deseas correr afuera para jugar con tus compañeros o amigos. No obstante, al crecer y madurar entendí y aprendí a apreciar este tiempo. También comprendí el por qué mis padres insistían en no comprometer este tiempo; entre otras cosas, era un tiempo para re-conectarnos. Durante el mismo, mis hermanos y yo compartíamos incidencias que ocurrían diariamente en nuestras vidas y nos reíamos, llorábamos y compartíamos consejos que nos guiarían a través de nuestra vida.